En esta entrada quiero reivindicar la figura de un ciudadano
“corriente” de la localidad zamorana de Benavente.
Manuel Guerra Hidalgo fue médico, que ejerció como forense
en la villa de Benavente a principios del siglo XX.
Estudió medicina en Valladolid, formando parte de la primera
promoción de la facultad de medicina de Valladolid del siglo XX.
Se estableció en Benavente en los años 20 después de haber
ejercido la profesión en Madrid.
Persona ilustrada y con inquietudes culturales, formó parte
de la sociedad de Benavente impulsando la cultura desde varios frentes. Entre
otros, puso en marcha el Gran Teatro de Benavente, actual Teatro Reina Sofía,
en 1928.
El traerlo a este foro de igualdad entre hombres y mujeres
tiene su sentido, pues desde su modesta posición y, empezando por el ámbito de
su familia, fomentó la educación de las mujeres impulsando a sus hijas hacia
una educación universitaria.
Con su mujer, Esperanza Sánchez-Moreno, tuvo 3 hijas y 2
hijos. Las tres mujeres estudiaron en Madrid en la residencia de estudiantes,
pudiendo dos de ellas cursar estudios universitarios. La tercera no tuvo la
suerte de acceder a la universidad por el comienzo de la guerra civil.
Entre el 30 de enero y el 1 de julio de 2023, el Espacio
Cultural Ortega-Marañón acogió la exposición ‘Motor de igualdad. La Residencia
de Señoritas (1915-1936)’, una apuesta para dar a conocer la primera Residencia
para estudiantes femeninas a principios del siglo XX. En ella se podía realizar
un recorrido histórico por la institución que, en manos de María de Maeztu,
cimentó las bases para la emancipación femenina en España. Unos familiares míos
que visitaron la exposición me hicieron llegar las cartas que intercambiaron
María de Maeztu con Manuel Guerra Hidalgo, con motivo de las oposiciones a una
cátedra de la hija mayor de éste: Esperanza Guerra Sánchez-Moreno.
No voy a hablar en este post de María de Maeztu, impulsora
del feminismo en España, puesto que no haría más que abundar en lo mucho
escrito sobre ella, aunque sí hacer mención a la creación de la Residencia de
Señoritas de Madrid, en 1915, al amparo de la institución libre de enseñanza,
gracias al impulso fundamental de la pedagoga María de Maeztu. Esta institución
permitió el desarrollo de la enseñanza universitaria femenina en España.
Pero sí quiero destacar la figura de Manuel Guerra analizando la carta expuesta, en concreto el los siguientes párrafos:
‘…
Dice usted que se alegraría mucho del triunfo de mi hija
en sus próximas oposiciones y, en la evidente sinceridad con que expresa V. ese
anhelo, veo no solamente el agrado de ver premiado el trabajo y el entusiasmo
puestos en el logro de un ideal, si no que me es grato imaginarme algo de
solidaridad femenina, en el único sentido que el feminismo es aceptable a mi
juicio:
“la liberación económica de la mujer por la cultura y el
trabajo honrado, demostrando que intelectualmente no existen prerrogativas de
sexo”; ¡quiera Dios que mi hija triunfe y, como mujer, haga sentir al feminismo
español el orgullo de haber escalado las gradas de la Universidad como Catedrático,
cosa no lograda hasta hoy!.
…
… porque hay personas que no se recatan de
expresarla su asombro ante la audacia, la vanidad o cosas parecidas que supone
enrolarse en una empresa de esta magnitud, siendo mujer y de pocos años, es
decir, debiendo ser juzgada por un Tribunal masculino que a sus posibles
prejuicios contra la mujer podría sumar los de falta de experiencia y
preparación docentes que solo pueden dar los años; y a estos poco estimulantes
juicios se unen los temores que la inspira su carencia de apoyo material para
luchar con 9 contrincantes también del sexo contrario, pues es innegable que la
rutina puesta al servicio de la debilidad humana hace jugar papel muy
importante a las influencias, de las que también yo carezco enterrado por mi profesión en este ambiente poco relacionado de los pueblos.
…’
Merece la pena una lectura reposada de toda la carta, pero
destaco estos dos párrafos. El primero es un alegato feminista que aún en
nuestros días extraña, más aún, escritor por un padre. Habla de la liberación
económica de la mujer, que se obtiene a través de la cultura y el trabajo
honrado. Yo añadiría que la liberación de la mujer viene en parte de su
liberación económica, pero sobre todo se obtiene a través de la cultura y el
trabajo.
El segundo párrafo destacado desgraciadamente aún está de
actualidad en determinados sectores. El techo que tienen que romper las mujeres
para acceder a determinados puestos. Tienen que demostrar su valía muy por
encima de lo que lo tienen que hacer los hombres, puesto que aún hoy los
estereotipos nublan la visión a la hora de elegir a las personas candidatas
para acceder a ciertas posiciones.
Finalmente, mi tía abuela no logró esa cátedra. Posiblemente
tendrían su influencia las razones expuestas en la carta.
Me ha parecido bonito compartir estas cartas para poner de
manifiesto que hay personas de altas miras que vienen luchando por la igualdad
de hombres y mujeres desde hace muchos años y que aún nos encontramos con
muchas dificultades para conseguir algo que debiera ser natural y obvio…